jueves, 3 de mayo de 2012

¿SUPER POBLACIÓN DE ELEFANTES EN BOTSWANA? LICENCIA PARA MATAR



“La excesiva población de elefantes  en Botswana está arrasando el país”.

Se estima que a principios del Siglo XX la población de elefantes en África era de unos 10 millones, aunque algunos hablan de quince. En el año 1970 la población de elefantes africanos era de 2,5 millones. En menos de una década fueron aniquilados 1 millón. Así en 1979 se calcula que había  1,5 millones. No es hasta 1989 cuando la CITES decreta la prohibición del comercio de productos de elefantes porque se estima que el número de paquidermos ronda los 600.000.


En la actualidad las cifras bailan entre 400.000 y 600.000 ejemplares en todo el continente. Esto confirma que desde 1989 la matanza de elefantes ha continuado pese al aumento experimentado en algunas zonas. La caza furtiva y los conflictos armados han mermado la población en algunos países, como es el caso de Liberia donde se ha perdido el 95% de la población en las últimas décadas y se calcula que quedarán unos mil. Sin embargo en otros países con mayor estabilidad política, social y económica el número de elefantes ha crecido de manera importante. Pero en líneas generales la población en el continente africano sigue siendo más o menos la misma que cuando se decretó la prohibición en el año 1989. 

Botswana es uno de estos países que destaca por haber conseguido doblar la población de elefantes desde que se prohibiera la caza. Se calcula que antes de 1989  había unos 70.000 y que ahora puede haber entre 130.000 y 140.000. Y esta es la excusa para autorizarla ahora, a pesar de que la especie mantiene su condición de vulnerable en todo el continente.

El Secretario Generalde CITES John Scanlon este mismo año, en febrero de 2012, indicó sobre la matanza de 450 elefantes en Camerún, que el aumento de la caza furtiva era grave en los 38 estados donde viven los elefantes africanos. Nosotros decimos más, ya que si a los cazadores furtivos  y a los conflictos bélicos le sumamos la caza “legal”, el futuro del elefante sigue siendo tan incierto como en el año 1989.

¿Pero que dicen los cazadores después de la desafortunada y vergonzosa foto de nuestro monarca, rifle en mano con un elefante abatido y estampado contra el tronco de un árbol? Pues que la excesiva población de elefantes  en Botswana está arrasando el país y, encima  algún osado aficionado a esta práctica, -cuanto menos cruel-, dice incluso que “por haber matado a un elefante ha salvado veinte”.  (Informativos Tele Cinco de las tres de la tarde del lunes 15 de abril de 2012). Este último argumento corresponde al hecho de que lo que cuesta matar a un elefante se reinvierte en la reserva y de esta forma está contribuyendo al control y supervivencia de la especie…
Y como no nos convencen estos argumentos porque siempre son los mismos, ya se cacen elefantes, lobos, ciervos o conejos, queremos responder y desenmascarar la triste y vergonzosa realidad que se esconde tras está proclamación de buenas “acciones” e intenciones.

En cuanto al número de elefantes que había en Botswana antes de 1970 lo único que sabemos es que eran cientos de miles. Tal vez la misma cantidad que hay ahora en todo el continente. ¿Cómo es que antes había territorio para tantos y hoy una población tan mermada puede arrasarlo todo?

Según “expertos” cazadores, las principales causas son: La agricultura y ganadería intensiva y el aumento de la población de seres humanos, que en 30 años se ha triplicado. Y por tanto no hay suelo para todos ni para tanto.

Pero analicemos:

Con respecto al ganado, si nos situamos a comienzos del siglo XX (con más de 10 millones de elefantes en África), el 97% de la población de este país vivía en el campo y cada familia poseía al menos dos vacas. Hasta el año 71 la única riqueza de este país era la ganadería extensiva dentro del desierto del Kalahari, y aun así consiguió ser uno de los países que más ganado exportaba al mundo, sobre todo a los países del África austral. ¿Cuántos elefantes había entonces en Botswana? Lo que está claro es que desde que se inauguró la mayor mina de diamantes del mundo en Orapa, el panorama cambió de forma radical. La ganadería se hizo intensiva y hoy es uno de los grandes pilares de la economía de este país, pero hay que decir que el área de mayor producción vacuna se da en el sureste, por lo que no se ve afectada por los territorios de elefantes que están sobre todo en el Parque Nacional de Chobe y el Delta del Okavango al norte del país y, en menor cantidad, en los parques que se sitúan en la zona centro -en pleno corazón del Kalahari-,  y en el Suroeste, el Parque Natural de Gemsbok. (Ambos constituyen una estepa desértica que permite el pastoreo en ciertas temporadas). Por cierto, es la ganadería intensiva la que está produciendo un rápido empobrecimiento de los suelos y demanda otros más fértiles…

En cuanto a la agricultura ésta constituye sólo el 1,6% del PIB del país, según datos de 2006-2007. Sólo el 5% del suelo de Botswana es apto para el cultivo (el 85% es desierto) y es en su subsuelo donde está la riqueza de este país ya que es muy rico en minerales (segundo productor global de diamantes después de Sudáfrica y en cuanto a la calidad de los diamantes, es el primero del mundo)  y esto y  la buena gestión del gobierno es lo que ha hecho que Botswana ocupe, según el Banco Mundial, la primera ubicación entre los países de África. El problema está en las presiones para convertir las tierras fértiles en áreas de cultivo en detrimento de las áreas destinadas a especies silvestres. En el Delta del Okavango habría potencialidad para el desarrollo agrícola…

¿Y el crecimiento demográfico? es cierto que ha habido una evolución. De un censo de 574.094 personas en 1971 (no muy fiable) se pasa a uno de 1.326.796 en 1991. En la actualidad, según datos de 2008, la población es de 1.842.323. La mayor parte de la población, el 80%, se concentra en la franja este y en ciudades (recordamos que  en la primera mitad del S. XX el 97% vivía en el campo) por lo que se mantiene bastante alejada de las reservas. Es significativo que el número de habitantes sea de 3 por km2 mientras que es España es, según datos de 2011, de 93,51.

Nos alivia mucho saber que los elefantes no van aplastando a los habitantes del país…




Y dicho esto deducimos que Botswana no vive de la agricultura, que el ganado, aunque es un pilar importante, se concentra en el polo opuesto a donde está la vida silvestre. Y que el crecimiento de la población, junto al enriquecimiento del país, requiere más suelo y, por el hecho de que gran parte del territorio es desierto, hay una demanda creciente de zonas fértiles y productivas. Esto  propicia que se abuse del suelo (experiencia que hemos vivido en nuestro país estos años atrás). ¡El valor del suelo está en alza!

Se necesitan pretextos y nada mejor que argumentar que el país está siendo devastado por estos opulentos seres que consumen diariamente, por cabeza, 170 kg. de hierba, corteza de árboles y arbustos. ¿Cuánto se comen en un día 600.000? ¿Cuánto consumían hacen cien años cuando eran diez millones?... Y la Naturaleza sobrevivió a la  presencia de estos “mastodónticos” seres. Pero por lo visto, ya no puede más… ¡Tranquilos! Gracias a la acción de una serie de  superhéroes con escopeta en mano y un buen puñado de dólares, se evitará la tragedia y salvarán a África de este mal que es el elefante cuando se sale de madre o traspasa la raya.

Y visto lo visto nosotros nos preguntamos muchas cosas: ¿Quién arrasa a quién?, ¿quién arrebata las tierras a quién?, ¿exceso de elefantes o exceso de seres humanos?, ¿muchos elefantes o muchas vacas? ¿Muchas acacias o poco maíz?, ¿interés por proteger la especie o una afición más para millonarios?, ¿interés común o intereses privados?
Hay un dato que queremos resaltar: El Parque Nacional de Chobe tiene 10.698 km2. Esto equivale a una extensión de 1.070.000 hectáreas. El parque alberga la mayor concentración de elefantes de toda África. La Naturaleza del Parque es robusta, fuerte, viva. Y como el ave fénix, nace y muere, pero todos los días. Lleva siglos haciéndolo. La Naturaleza no necesita maestros. Ella es la maestra. Tiene sus propios mecanismos de control que le permiten mantener el equilibrio. Es el hombre el que altera esta armonía, el que desestabiliza y el que agota los recursos y el territorio. Es quien pone en peligro la existencia de las especies y por ende la suya. Por poner un ejemplo, en España, desde el año 1968 a 1996 la superficie afectada por incendios (la mayoría intencionados) ha sido de 5.811.133 hectáreas, lo equivalente a 58.000 km2. (Desde 1996 a 2011 los incendios han aumentado esta cifra). Está claro que no necesitamos elefantes para devastar el país y pese a todo resistimos. ¡Fuera escusas!, ¡fuera pretextos! Al elefante se le mata por su marfil, por su piel y, lo más grave, por placer.

Decir que la caza de elefantes es “un Arte, una experiencia única” es lo que diría Hannibal Lecter.

Disparar no es sano. Algo enfermizo hay en el alma de aquel que sin temblarle el pulso, por puro placer, por pura satisfacción, por sentirse más importante, le quita la vida a otro ser vivo. No es sólo afición, no es sólo poder,  no es sólo ostentación. Es algo enfermizo. Matar  un elefante no es echar un cangrejo a la olla  -no queremos llegar a extremismos, aunque compartamos la opinión de PACMA y no la de WWF (Animalistasfrente a conservacionistas)-, es algo más preocupante. Nos movemos en un mundo donde las sensibilidades son como los gustos, pero más definidas, más transparentes. Aquí hay escalas, hay grados, y si cocinar un cangrejo no le hace saltar las lagrimas a la mayoría de la gente, matar a un elefante sí. Tal vez sea porque transmite sentimientos cuando los vemos conviviendo en familia, cuidando, protegiendo y acariciando con su trompa a las crías… o sencillamente tal vez sea porque te miran y un cangrejo aunque tenga ojos no lo hace. Miran. Claro que miran, y de frente. Incluso cuando le van a meter un balazo entre ceja y ceja miran de frente…

Está claro que Botswana es un paraíso para los que tienen “pasta”: diamantes y caza mayor. Son palabras mayores. Chirrían e incluso tienen tufillo. No huelen bien. Rápidamente las asociamos a un mundo fatuo, desmedido, cínico, hipócrita, vanidoso, carente de escrúpulos. Estereotipos que por desgracia, como en esta ocasión, se empeñan en reproducirnos. Nunca podremos olvidar esa imagen “real” del ser más robusto, majestuoso (el elefante sí que es un rey), hermoso y de gran nobleza que pisa la tierra y que hemos visto, estupefactos, como en esta ocasión  se le ha  humillado hasta en su lecho muerte: Estampado de trompas contra un árbol, como fondo glorioso para la foto que tal vez sólo se exhibió en la intimidad (hasta que se hizo  pública) de un lugar privilegiado de la casa, de palacio, como un simple recuerdo o tal vez ¿para alimentar el ego?, ¿subir la autoestima? o quizá para… ¿presumir de proezas y batallas ante familiares, amigos y compromisos de protocolo?... “Noble”hazaña del más noble de España sobre uno de los más NOBLES seres que habitan este planeta. ¡Deplorable!
Nos parece demencial, indecente, funesto, aciago…,  un sinfín de calificativos que nos reservamos no por pudor sino para no perder los papeles.

A Dios lo que es de Dios (y según qué dioses), pero al César no hay que darle todo. El César que se lo gane. Al elefante démosle la tierra que le pertenece y que el hombre le está arrebatando con oscuros fines. Si se reduce su hábitat evidentemente no habrá sitios para todos. Se accionará el plan B: ¡Control cinegético! Escusas, siempre escusas, pero, ¿quién es el devastador?, ¿quién arrasa el suelo de quién?, ¿quién es el animal salvaje?

El elefante ha muerto, ¡viva el elefante!... rey.



1 comentario:

  1. ¿Qué pinta la foto de dos elefantes asiáticos domésticos en un artículo sobre elefantes africanos?

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