En la sesión del pleno del congreso celebrada el martes 12 de febrero pudimos observar como todos los grupos parlamentarios se posicionaron en torno a este tema, clarificando por fin ante los ojos de la opinión pública sus posturas, y sometiéndose por tanto al juicio de ésta: hipócritas, interesados y manipuladores pueblan nuestro desvencijado congreso.
El PP mantuvo su
monolítica posición. Toros sí, porque son cultura y representan mejor que
cualquier otra cosa las raíces de nuestra “españolidad”: del ser español. Asusta
hasta el escalofrío escuchar a esta gente afirmar con toda seguridad como ellos,
y solo ellos, saben donde radica la españolidad de esta nación. Recortan en
cultura mientras subvencionan la barbarie. Arcaica, ancestral y absurdamente
viril, la posición de este grupo es la prueba de la existencia revitalizada de
aquella España negra, hostil y violenta, que muchos quisieron enterrar antes de
tiempo. Cada vez que tiene oportunidad resurge con toda su virulencia e
inhumanidad. Esta es la prueba.
El PSOE, fiel a
su desconcierto, no sabe no contesta: ni alto ni bajo, ni blanco ni negro, ni
toros sí ni toros no. Deberían hacérselo mirar y empezar una profunda
regeneración interna o los propios tiempos que vivimos acabarán por comérselos.
No se puede ser tan pusilánime ni se puede contentar a todos. En tiempos de
incertidumbre observar una posición política tan débil, tan falta de
argumentos, es descorazonador. ¿No existe un comité ejecutivo que decide la línea
política de este partido, también en este tema? Lo que dejan en evidencia es su
miedo paralizante a seguir perdiendo votos, también en este frente, y lo hacen,
como siempre, mintiendo a los ciudadanos, escondiendo su posición a la opinión
pública. ¡Posiciónense!
IU, grupo
manifiestamente antitaurino, o eso dice, compagina su postura oficial con las
posiciones que mantiene allá donde gobierna. Toros no, pero en Andalucía, donde
gobiernan la Junta en coalición con el PSOE, la realidad es que mientras
profundizan en los recortes en educación, sanidad y cultura, aumentan el apoyo
económico a la fiesta, que según ellos está poco arraigada y debe llegar a
todos los andaluces, que tienen, parece ser que por obligación, que asumirla
como una seña de identidad de su tierra. Contradictorios. Una cosa son las
palabras en el congreso y las recogidas en su programa electoral, y otra los
hechos. Un poco de coherencia señores.
Los grupos
nacionalistas llevaron el debate a la trinchera de las competencias
nacionales. Poco parece interesarles el sufrimiento del animal, posicionándose
como una balanza allí donde mas les conviene para enfrentarse al estado, cuya
debilidad parece ser su único objetivo. Los famosos correbus, propios de
Cataluña, si son tolerados y promocionados como estandarte cultural de la
región, y a ninguno de los partidos nacionalistas se les ocurre plantear en
este caso el evidente y despiadado maltrato del animal. Lamentable y
bochornoso.
De UPyD ya hemos
hablado en un artículo anterior y reproducimos a continuación su contenido:
Nosotros estamos totalmente en contra de su posición, cuyos
argumentos consideramos falaces y hábilmente manipulados para defender una
posición indefendible: porque cuando el debate se centra en el toro, por mucho
aliño filosófico que el Sr. Cantó quiera utilizar, la realidad aplasta a las
justificaciones.
Dice el diputado Toni Cantó que su posición se justifica
porque él tiene un referente ético, que no es otro que Fernando Sabater, y que
éste arguye que los animales no tienen derechos porque no tienen obligaciones,
ya que no son sujetos morales. Al no ser sujetos morales no tienen derecho al
libre albedrío. Estamos de acuerdo en que no son sujetos morales, pero el
debate está manipulado desde su planteamiento.
La posición del señor Cantó no es mas que un lavado de cara
y una reinvención de las viejas teorías supremacistas que afirman que por
decisión, suponemos que divina, la especie humana es la elegida para reinar en
la tierra y más allá, y que por lo tanto tiene ungido el derecho de hacer lo
que le plazca con el resto de seres inferiores. Este tipo de razonamientos son
los mismos que se aplican en las relaciones machistas, racistas, esclavistas,
fascistas, etc. Y en general en todos los malditos “-ismos”. Te exploto y te
mato porque yo soy superior y tú eres inferior. La historia de la humanidad es
un reguero de “-ismos” que provocaron marginación, abuso, explotación,
humillación, tortura y muerte: feudalismo, absolutismo,…, y por supuesto el
fascismo o el nazismo. ¿Qué era el nazismo sino esta misma teoría supremacista
aplicada a los judíos, gitanos o diferentes, precisamente porque se les
consideraba inferiores? Se les explotaba, se les exterminaba y también se les
mataba por inercia o diversión.
El planteamiento no debería centrarse en los animales, ya
que ellos no solo no tienen moralidad, tampoco tienen posibilidad de elección y
particularmente los toros de lidia no pueden disfrutar de libre albedrío. Lo de la libertad, a la que hizo referencia el
señor Cantó, es un tema que cae por su propio peso: dice usted que no disfrutan
de libre albedrío, ¡claro!, ¿disfrutaría usted de libertad si viviera encerrado
toda su vida en una prisión? ¿su no disfrute de la libertad sería producido por
usted o por aquellos que le tienen encerrado? ¿qué el toro muera torturado es
decisión del toro o del humano que lo mete allí? No tiene sentido justificar la
tortura con la utilización del libre albedrío. No tienen libertad porque están
sometidos, y si quiere usted conocer el libre albedrío en los animales solo
tiene que fijarse en los animales salvajes, que desde luego toman decisiones
para evitar y alejarse de los peligros que pudieran costarles la vida. Los
toros en la plaza no pueden.
Otra de las contradicciones en las cae usted, señor Cantó, es
que para tener ética hay que tener
primero moral. La moral es muy sencilla, o eso está bien o eso está mal.
Una vez que uno ha hecho su juicio moral puede plantearse construir su propio
código de principios éticos. Por tanto, si los hombres somos los responsables
del acto del toreo y de la tortura del animal, es lógico que las preguntas
debieran recaer en nosotros: ¿por qué nos parece tan bien, tan festivo y tan
divertida la muerte del toro en la plaza? A mucha gente le parece bien, a usted
le parece bien, por una sencilla razón: porque lo podemos hacer.
Y esa es, y no otra, la cuestión donde debería centrarse el debate:
¿por qué lo hacemos? ¿Qué importa el debate espurio sobre los derechos, los
niveles de dolor, el grado de consciencia? El animal no es el problema, sino
esa moralidad nuestra que usted reivindicó como algo especial que nos hace
diferentes a ellos. No hay que pedirle al animal explicaciones de por qué
muere, es absurdo, sino pedírselas al asesino, que es el que tortura y asesina.
Así que en vez de buscar una explicación en la naturaleza del animal, búsquela
en usted mismo , y si no es capaz al menos reconozca que disfruta en una plaza
de toros. No hay por qué tomar atajos.
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